Aridez

Posarse sobre una tierra dura y que se desintegra entre las manos.
entre los pliegues, nada queda por buscar.

Me deja una nota en la heladera.
Son estos momentos, donde se supone que debo pensar que no merezco algo como esto. No paso de la tristeza que me produce saber que ya no voy a verle, ni a tocar su mejilla una vez más. Se me arremolinan las imágenes sobre nosotros, y su perfume resbala en el aire hasta mis fosas, hasta la base misma del cerebro donde se disparan espasmódicas lágrimas y risas involuntarias.
Ven una vez más.
Me vuelco en el sillón y el cuerpo cae conmigo. Recupero las palabras de a poco desenvolviendo la nota estrujada sin sentido. Mi vista cae alrededor, buscando razones imposibles. Entiendo que todavía no puedo razonar lo suficiente lo que ya sé.
¿A donde elegiste ir a parar?
Me ocupo de tu seguridad, como si lo supieras. También reconozco que calculas lo que puedo estar pensando ahora. Un enredo en el laberinto de la emotividad que nos mantuvo en un fino equilibrio hasta ahora. Y algo se rompió; y algo ya estaba resquebrajado; pero claro, pasamos tantas tormentas a la par, que nada dice todavía que esto es un maremoto.
No quiero permitirme todavía oler el rencor.
Esta especie de aridez en mis ojos, indicio inestable de la verdad de este presente; aquel presentimiento; y estos detalles que no son de mi gusto. Cierto que hubiera hecho yo las cosas de otro modo, también cierto que hace las cosas como sabe, quiere y puede.
Me duele el pasado, y teniéndote aquí solo seguiría manteniendo la esperanza de recuperar un tiempo que no puede volver.