Mar De Fondo: ensayo
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viernes

Ensayo de ti

Si ese cierto contacto entre el espacio impuesto entre nosotros se acicalara de forma tal que alguno encontrara la forma de hacer de esto fluidez, tal vez dudaría de todos modos.
Tanto va el cántaro, tanto la luna sigue el reflejo acuoso, tanto más crece este interés en tus cotidianidades y tanto más mis miserias intentan disimularse y descubrirse, tanto más intensa la gana muta en deseo.
Decirte nada es casi decírtelo todo. Haberte tocado no decide mi insistencia. Fue el tiempo el que con sus cotos y circunstancias te aleja y eres quien pone distancias abominables. Admiro tu diversión y preferiría que no hicieras caso omiso a saber que sabes, pero de mí no depende.
Tu sol y tu nube me acompañan, tu río alterno, tus crías.
Zambullirse en tu imagen deja de ser suficiente. Los libros cambian de posición junto a los muebles, la rotación de las ingestas es un trámite necesario, la beoda placidez descorcha esa sonrisa letal y los instantes que podríamos compartir se clavan de plano en el corcho de la pared con tachuelas inestables.
Nunca habrá Dios que te contenga, ni hay alma a la que necesites decirle absolutamente todo. Siempre archivarás un atisbo para atesorar algo propio después de haber dado gratuitamente demasiado.
Seguirás, tal vez, especulando, si te quiero de esa manera o no. Optarás por tus dudas para seguir subsistiendo, elegirás creerte que no sabes para no tener que despedirte.
Ya no me duelen tanto tus coyunturas, aún tras este asedio de años.
Tu autor dejó inconcluso el final de tus lecturas y te niegas a escribir sus páginas en blanco.
No se como se hace para sublimarte, ni sabré como inventarme un antónimo.

martes

Un Pecado




Detonador: Leí este comentario de un escritor sobre que los escritores escriben sobre sus obsesiones: una forma de seguir diciendo que la literatura es una parte de las obsesiones del escritor. Rescato para mis obsesiones personales –una de tantas- los siete pecados capitales entre las preocupaciones de este día en particular. Los celos son ¿El tema del día? No. Mejor la temática de estas horas hasta que el día termine, o tenga un corte (muchas partes de un solo día, muchos días que son etapas, minutos que parecen hoy, y hoy es un instante atemporal).
Como decía… los celos son un temita que me ronda hace tantos años, los suficientes años como para haberlo resuelto y los pocos años como para definir de que se trata este asunto.

Celos: sentimiento recalcitrante que le dice al cerebro que desconfíe de la cantidad o calidad del afecto de alguien, y que hace mella en cualquier relación.
Paranoica sensación que orilla la desconfianza y te deja orillado, pensando que no sos tanto como creías que eras para el otro, lo cual implica que indefectiblemente te sentís menos, o por lo menos no tanto cómo tus pretensiones pretenden.
Ácido gástrico que carcome la superficie que fue lisa y llana, convirtiéndolo en una porosidad en la cual cualquier pensamiento esponjoso se abarrota de gérmenes patógenos que pueden infectar las bondades que la relación en cuestión supo conseguir naturalmente en sus primeros instantes.

Estar en celo es pretender a otro con determinados fines que suelen tener que ver más con la biología que con la avanzada psicología. Pero igual me equivoco, ya que estar en celo es un estado que no distingue sujetos (dicen que las hembras conocemos exactamente de que se trata ese asunto en ciertos fértiles períodos lunares). Digo –razono entonces- que el celo no tiene mucho que ver con el amor. Etimologías. Retomo.
En el humano amor los celos no parecen estar ausentes, es más, aparente y eternamente presentes las celosías son una parte de cualquier relación documentada, analizada, descripta…

Celosía: Enrejado madera o de hierro que se pone en las ventanas para que las personas que están en el interior vean sin ser vistas.



En los lugares donde la mujer ajena no debía ser vista la celosía era una ventana que miraba sin ser visto, y de parte de quien escondía detrás de la celosía a alguien una manera de proteger a quien no debe ser mirado por cualquiera, y que su vez pueda ver sin ser visto. Las celosías se ponían en los templos judíos y musulmanes (hasta hoy día) para ocultar los rostros de las mujeres, para que no sean divisadas directamente por los hombres como una forma de que no se tienten mientras invocan al Dios que adoran. Las celosías, entonces, permitían (y permiten) no tener al rostro y la figura femenina como distracción.

Se supone que es en este punto del texto donde una conclusión, una reflexión, una sumatoria de todo lo expuesto debería resumirse en un pensamiento…


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A veces algo inconducente tiene la virtud de no serlo y de permitir… sólo de permitir que sea alguien más quien conduzca.
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Todas las imágenes son de la película Constantine.


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viernes

La Palabra que oculta


__La palabra oculta y muestra al mismo tiempo. A pesar de haber sido creada para comunicarnos y darnos a entender, inventamos tanto las leyes como las trampas.
__A la hora de conversar (leer o escribir) suelo encontrarme ante la misma pregunta: la letra, la palabra escrita u oral ¿Muestra o ayuda a ocultarse? Está claro que en la intencionalidad está la respuesta, pero muchas veces un discurso suele ser más complejo que las palabras dichas y las intenciones en la forma de decirlas.
__Se supone que un interlocutor perfecto –legítimo, en términos de Bordieu-, escoge con exactitud su “texto contextualizado”, su discurso modalizado para ser captado con propiedad. Pero no siempre funciona de ese modo. A diferencia del discurso académico, suele ser en la “expresión de las emociones” donde más asiduamente los discursos se tornan ambiguos, oscuros, confusos o equívocos. Estas insuficiencias, estos desacuerdos que surgen entre las personas, suelen deberse a diferencias de concepto en el significado del uso de las palabras, a “malas interpretaciones” del discurso ajeno. Una discusión clásica puede empezar con la frase: Lo que me quisiste decir es esto... Con el consecuente intento de elucidación posterior, que con suerte aclara y no sigue oscureciendo, y que suele comenzar con un:
“No, yo lo que te quise decir fue…”
__Pero antes aclaremos algo: no se puede negar que en ciertos discursos -como es el caso del perverso narcisista- este ocultamiento, aunque puede no ser conciente, tiene una finalidad: la de atraer constantemente a su interlocutor a preguntarse ¿Qué me quiso decir? Esta ambigüedad, donde dice sin decir específicamente, es parte de su patología de oscurecer con el discurso.
__Otro discurso que resulta más que confuso, contradictorio es el de las personalidades histéricas con sus “subtitulados” y “dobles discursos e intenciones”, que confunde de forma tal que deja entrever en lo grupal una unidireccional intención, creando una complicidad que en general tiene carga erógena. El tercero es testigo del juego histérico que consiste en ser mirado y no ser tocado.
__Aclarado que ciertas conductas pueden ser tomadas como patológicas traslucidas a través del discurso, existe algo que puede resultar parecido, pero que es muy diferente: la imposibilidad de expresar sentimientos que está relacionada directamente con el temor a ser juzgado por ellos. Es aquí donde el sentimiento que la palabra oculta, aquello que no se sabe expresar en palabras puede darse a entender mediante acciones y hechos. Esto no puede ser interpretado como patológico, aunque sí como ambiguo y contradictorio y más posiblemente problemático.
__Muchas veces la ambigüedad no es una imposibilidad sino una intencionalidad, una forma de decir sin comunicar, omitiendo detalles que implican contar pormenores, de forma tal de poner el énfasis en otra parte del discurso. Puede ser considerado un relato frío y distante, hasta incómodo, manipulador o algo perverso, pero es parte de una habilidad personal para manejar el discurso propio y dejar en claro qué no se quiere decir.
__La intención opuesta a la ambigüedad es el discurso plagado de detalles que pueden lucir azarosos, pinceladas contextuales que están comunicando datos que se desea que el otro sepa. En esta habilidad de la personalidad hay también un lenguaje oculto tras las palabras.

__La habilidad de manejar el discurso, tanto oral como escrito, mostrarse en el o esconderse detrás de las palabras emitidas tiene que ver tanto con una habilidad desarrollada por la personalidad, como con la posibilidad de analizar el propio discurso y el ajeno. En general son las personas con cierta predisposición al análisis textual o al análisis discursivo las que ven entre líneas en el discurso del otro tanto lo que dice como lo que pretende ocultar, y ambas cosas toman relevancia. A modo de ejemplo, si se me dice: “Ayer fuimos al cine y la película no me gustó.” Se me informa que la película no le agradó, que no se fue sólo, y que no se quiere mencionar con quien fue. Las interpretaciones pueden ser muchas, desde el acometimiento de un acto fallido, hasta la intención de causarme curiosidad para que me pregunte (y en su defecto le pregunte) ¿Con quién fuiste? En todo caso, algo siempre se muestra más allá de lo que está a simple vista.

__La palabra mostrada oculta intenciones, la palabra oculta muestra un espacio; ella expone tanto como queremos, y nos ocultamos en ella si lo deseamos. A veces pensando que nos escondemos estamos diciendo más que lo que las palabras dicen, y si bien la palabra parece haber nacido para explicarnos mejor, darnos a conocer e intentar expresar sentimientos, es más bien la punta del iceberg de lo que somos como totalidad.

MarcelaViora
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martes

Una Mnemotécnica de los paradigmas verbales [y acotaciones al margen]





Presente:
Yo amo, tú temes, él parte.
(Que) Nosotros amemos, ustedes teman, ellos partan.

[Es así, suele pasar]

Pasado Perfecto:
Yo amé, tú temiste, él partió
Nosotros hemos amado, ustedes han temido, ellos han partido.

[Es el destino que va a hacer…]

Pasado Imperfecto:
Yo amaba, tú temías, él partía.
(Que)
Nosotros amaramos, ustedes temiesen, ellos partiesen.

[¿Lo durativo será imperfección?]

Pasado pluscuamperfecto (o en un estado de cosas acabadas [?]):
Yo había amado, tú habías temido, él había partido
(Que)
Nosotros hubiéramos amado, ustedes hubiesen temido, ellos hubieran partido.

[Cambiando el (Que) por (Si), suena más a reproche]

Pasado Anterior:
Yo hube amado, tú hubiste temido, él hubo partido.
Nosotros hubimos amado, ustedes hubieron temido, ellos hubieron partido.


[Tiempo para hacerle referencia a “este” sobre “aquel” o a “estos” sobre “aquellos”, etc.]

Futuro Imperfecto:
Yo amaré, tú temerás, él partirá.
(Que)
Nosotros amáremos, ustedes temieren, ellos partieren

[Mientras no llega ¿es imperfecto?]

Futuro Perfecto [ps!]:
Yo habré amado, tú habrás temido, él habrá partido.
(Que)
Nosotros hubiéremos amado, ustedes hubieren temido, ellos hubieren partido.

[No sé que tiene de perfecto. Lo del (Qué x Si) funciona acá también.]

Condicional:
Yo amaría, tú temerías, él partiría.
(Que)
Nosotros habríamos amado, ustedes habrían temido, ellos habrían partido

[… a condición de que…]

Imperativo:
Yo__, teme tú, parta él.
Amemos nosotros, teman ustedes, partan ellos.

[Uno no tiene imperativo propio, como son las cosas…y bue]



*Usé el término “pasado” en vez de “pretérito” a los fines poético-estéticos.
[aparte la RAE lo acepta, no lo digo yo]

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domingo

Soledad, paranoia e algo de histeria (*)





Leyendo unos artículos psiquiátricos sobre los diferentes tipos de personalidad, terminé con aquella sensación paranoide que solía tener cuando estaba en la facultad y transitaba materias como psicopatología, y que consta de empezar a encuadrar los rasgos de todo conocido en alguno de los cuadros estudiados, incluyendo también el hecho de intentar fútilmente hacer auto-análisis. No por nada algunos terapeutas “de civil” resultan un tanto insoportables en el trato, ya que parecen proyectar sin parar para definirse como “sanos” todo el tiempo. Este intentar ponerse del lado de los “sanos” suele ser también característica de las personas que pasaron demasiado tiempo en análisis (no es mi caso, no, no). Otra forma de “intento de sanidad” es la de tener “mente psicoanalítica” o tener la tendencia a analizar la personalidad del otro en términos psicológicos: así, un ferviente católico evangelizador tiene “personalidad mesiánica” una amiga traicionera e histriónica tiene “personalidad histérica”, y alguien que dice sin decir y es contradictorio tiene “conductas perversas”. Por un lado es una manera de intentar comprender la conducta ajena, por el otro es una forma de ponerse en algún grado de superioridad, pero en definitiva son las dos cosas a la vez como una forma de que “duela menos”, eso que el otro hace y duele. Desde esta postura un poco paranoide voy a intentar decir que existe una diferencia entre sentirse solo y estar solo, y también si es real o no que se está solo.
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Somos así

Cuando decimos “yo soy así” (de esta manera) es una afirmación temporal, ya que cambiamos constantemente. En realidad todo lo que solemos ser es primero el fruto de un sinnúmero de situaciones e interacciones (no hay un “ser” puro) y en segundo lugar somos un tránsito, somos devenir constante y cambiante. Lo que suele ocurrir es que esos “compartimentos estancos” que decimos que son “yo soy…”, son en realidad lugares a los que decidimos aferrarnos para no seguir sintiéndonos una masa informe que se está moldeando constantemente y que causa una extraña sensación de inseguridad constante, o más bien contante y sonante, que es bastante parecida a la sensación de inseguridad y aislamiento de “sentirse solo”
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Somos mucho más que dos

Somos seres sociales. Buscamos compañía. Una de las emociones más dolorosas es “sentirse solo”, que es un sentimiento de aislamiento que no se vivencia como intimidad o recogimiento, sino como saberse incomprendido, incomprensible. Es la mente la que crea todo lo que percibimos. Es a través de ella que percibimos el mundo y a nosotros mismos. Somos la sumatoria de todo lo dicho y echo, de todo lo que nos fue dicho y hecho. Y la memoria juega un papel en la soledad: nos recuerda las razones por las cuales nos sentimos así, solos. Cuando pensamos ¿Estamos solos? Cuándo estamos solos ¿Somos uno en nuestros pensamientos? Cuándo estamos con alguien ¿Somos siempre dos o podemos estar y seguir solos? En realidad decir “estamos solos” es incorrecto. Por eso podría decir que hasta en la soledad somos más que uno y con alguien somos más que dos. Esto no significa que el sentimiento de soledad y aislamiento no sea real. En toda relación somos mucho más que dos: desde la intimidad somos la sumatoria de todos los discursos, de las imágenes fuertes que dejaron impronta, estamos hasta en la soledad a la vista de “otros” con quienes la mente dialoga. Somos con nuestros fantasmas en la cama. Somos en el comportamiento que nos marcaron como incorrecto en la charla de café. Somos haciendo este nuevo examen, considerando lo que aquel profesor nos dijo alguna vez. Somos obviando acciones, palabras, actitudes, posturas que fueron criticadas y que en algún momento reconocimos como “no propias” o impropias y dejamos de lado para intentar “ser mejores”, mejorar.
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Si para uno somos dos, para la histeria somos tres.

Me gustaría referirme a la imagen del tercero en las relaciones de a dos. Una de las características que se le endilgan a las personalidades histéricas es la de buscar siempre el tercero que esté en presencia, sin el cual la relación con el otro no funciona (o por lo menos no resulta atractiva), ya que el testigo es parte de la dinámica de la relación en el sentido de que el histérico necesita saberse observado y admirado, pero no ser tocado. Pero ¿Hasta que punto eso es de una neurosis a tratar en le diván, algo a ser “curado” o extraído de la personalidad, sino parte de la constitución de la psiquis humana normal? Cabe agregar en este punto que en general se entiende que todos los excesos son perjudiciales, y claramente hay conductas que son patológicas, si se entiende que devienen en una limitación para quien las ejerce, en el sentido de que le causa sufrimiento el ser como es, y es esto lo que lleva a alguien a recurrir a algún tipo de terapia.
Todos tenemos conductas histéricas. La necesidad de la presencia de un tercero que testifique lo que nos está pasando es algo inevitable (todo el arte y la necesidad de trascendencia es eso) y el desagrado deviene más bien de verse descubierto en este deseo. Nadie quiere ser visto en una actitud semejante, hacer esto conciente es reconocerse teniendo actitudes no bien vistas, implica la posibilidad de ser juzgado teniendo intenciones que orillan la perversa diversión que implica disfrutar con cierto tipo de sufrir ajeno (o más bien satisfaciéndose contando monedas delante de los pobres). Pero ser uno no es justificarse (o negar), sino darse a entender: donde nos pica (y molesta y duele) a parte de rascarnos (y quejarnos y sanar) debiéramos vernos reflejados (y hacernos cargo, y ser responsables… aparte de reírnos un poco).
Esta satisfacción está ligada a que “pertenecer tiene sus privilegios” (gran frase), expresa el deseo de ser parte de algo exclusivo. Si eso no fuera parte de las realidades humanas “lo VIP” no tendría el éxito que tiene. Intentar “salirse” de este tipo de identificación que raya lo superficial, decir (y decirse, porque hay que escucharse en el discurso propio) “a mi lo vip no me va ni me viene”, termina siendo una justificación, una forma de evadirse de la realidad que implica que hay ciertas cosas que nos causan satisfacción y que no son laudables como para admitir. Nos gusta que los otros nos miren la felicidad de nuestros éxitos porque causar envidia causa placer. Nos gusta pertenecer a grupos porque la identificación ayuda a la autoestima (y dicho sea de paso, nos hace sentir menos solos… llámele acompañados, si quiere)

Más allá de todo lo dicho, hay un sólo tipo de intimidad que consiste en estar en presencia de alguien sin que la imago de un tercero exista, uno está presente en totalidad en ese momento, y el pasado (los otros) y el futuro (proyecciones) de desvanecen. Lamentablemente creo que, como la felicidad, es un momento no permanente, y eso no lo hace falso o irreal.
Estar sólo implica soledad, ausencia de otro. Sentirse solo, es estarlo hasta en presencia de otro, pero mucho más hondo es saberse sólo en la soledad. Ser solo es saberse aislado y único, sin carencia ni ausencia, es entender que no se puede ser dos por más que haya momentos en que se sienta una profunda intimidad. La diferencia en general se da por contraste, cuando en una relación de amor, por ejemplo, extrañamos al ser amado, es ahí cuando tomamos noción de que el resto del tiempo que no intimamos, somos solos. Nunca estamos solos, para estar solos tendríamos que carecer de memoria, padecer de pérdida de memoria a corto plazo, o ser como los bebés que se olvidan del objeto en cuanto lo pierden de vista.

Somos solos. Nos sentimos solos (a veces o constantemente). Nunca estamos solos.
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(*) No puse como cordinante "y" porque me gustó más "e"... y bue.