Rutina
Desde las sábanas la mañana parece más fría, sólo el sol más allá de la puerta del dormitorio, más allá del pasillo, sobre el piso de living da síntomas de calidez. Sólo pensar en dejar el arrullo de la noción de su presencia da fiaca y sonrisas de satisfacción. El primer pensamiento.
Nadie va a contar el transcurso de esta felicidad apacible, es más fácil relatar el aroma de los pinos fuera de las ventanas, los trinos lejanos como telón de fondo del desayuno lento, pausado, de pies arrastrándose con tazas y sonrisas somnolientas de complicidad. Quizás el segundo pensamiento.
Para después irse o quedarse pero siempre empezando a activarse internamente con más lentitud que aparentemente. Besos.
Y el tiempo transcurre a lo Borgiano y la medida del tiempo se mide en ausencias y presencias, entonces llamados, mensajes, sonrisas, suspiros. Y la presencia que es el tercer pensamiento o quizás el décimo o el vigésimo.
Los primeros y segundos planos del día se alternan durante y mediante. Monitores, papeles, libros, lecturas, reuniones, charlas, comentarios, chistes, enojos, sonrojos, disgustos, gustos hasta llegar al momento de las horas caídas.
Salir a encontrar en vez de salir a buscar. Este es el momento de un espacio de tiempo sin tiempo en el que uno espera al otro y mientras tanto disfruta haciendo eso que disfruta solo por el hecho de que no hay nada mejor que las placenteras antesalas.
El pensamiento se ya es recibimiento. Para después convertir todo lo demás en antecámara, hasta la cama y la cama convertirse en noche hasta la mañana.
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