Humo denso
Cuando el aire se tornó raro, nos pareció inusual, pero creímos que sería algo pasajero, a lo sumo que duraría lo suficiente cómo para ser algo demasiado extraño, otra de esas cosas que son fuera de lo común a la rutinaria vida de una Capital. Prendimos los aireadores, aires acondicionados y filtros de aire suponiendo que eso mejoraría un poco la situación hasta que todo volviera a la normalidad. Con los días nos dimos cuenta que ya los filtros no filtraban, que todo el aire circundante estaba tan saturado de toxinas que no quedaba demasiado aire sin filtrar, algunos se preguntaban si la polución citadina ayudaba a qué el aire no terminara de limpiarse. En las calles cada noche había menos gente, y cada vez había menos visibilidad. Algunos se atrevieron a salir a la calle con barbijos descartables, pero no ayudaban demasiado. Las irritaciones de ojos y garganta llenaron los pasillos de las guardias de los hospitales públicos y privados, y cada vez más y más gente evitó, en lo posible, salir a la calle para no tener que soportar la comezón que el aire cargado y denso causaba. Los días siguieron pasando. Algunos se decidieron a protestar, pero eran una minoría, no eran un grupo lo suficientemente grande como para ser una preocupación nacional y obviamente el gobierno aducía, por los medios de comunicación, que no tenían responsabilidad directa sobre la dirección de los vientos que llevaban el humo sobre los barrios de la Capital. Algunas entidades ambientalistas levantaron protestas, y recordaron que la culpa de todo lo que sucedía era el resultado del poco interés que los gobiernos tuvieron sobre el cuidado del medio ambiente, sobre la polución que incrementaba la problemática, sobre la falta recursos otorgados a la prevención de incendios, a los hospitales públicos, a las campañas de concientización acerca de enfermedades respiratorias en niños menores…la lista era larga y razonable, pero no habían soluciones que nos volvieran a una normalidad a corto o mediano plazo.
Ahora la ciudad está casi vacía. Entrar a ella es a riesgo de la propia salud. Todavía hay mucho que hacer en ella, oficinas que no terminan de trasladarse, trámites que no terminan de hacerse, personas que aun no pudieron mudarse, gente que no tiene a dónde ir. Todos esos problemas que parecían imposibles de resolver para el gobierno local, los solucionó el humo denso. Al no haber habitantes, la gente que venía del conurbano a atenderse a los hospitales, a mendigar, a intentar trabajar se fue retirando de a lugares con aire más potable. El incendio dicen que cesó, pero la densa neblina sigue posada sobre parte de la ciudad y está metida en muchos rincones que aún no fueron ventilados y siguen abandonados; y nadie puede decir a ciencia cierta cuándo, cuándo se ve a despejar el aire.
A algunos sigue sin gustarnos vivir adentro, con los aires prendidos todo el tiempo, y mirar hacia fuera a través de los vidrios de las ventanas y ver un día entre nieblas, un sol que no calienta, una luna de aspecto hepatítico,... una ciudad borrosa. Por suerte no tenemos ahora aquella crisis energética, aunque por ser unos pocos los servicios son mucho más caros que antes de que el humo denso se metiera entre nosotros. No sé si estamos más encerrados que antes. Seguimos comunicándonos por Chat y conversando. Organizamos encuentros, pero no ya en restoranes o bares, sino el la casa de alguno, dónde cenamos y miramos películas por cable. Muchos de nosotros todavía tenemos actividades rentables varias, algunos independientes desde antes del humo denso, otros pueden manejarlas desde sus casas; pero está claro que si estamos todavía en la ciudad, es porque podemos, más allá de que queremos hacerlo. No se cuánto más va durar esto. No se si pueda acostumbrarme a vivir de esta manera por el resto de mí vida. Muchos ya me advierten que afuera está bien el aire, y que si puedo hacer lo que hago desde mi casa, bien puedo hacerlo desde cualquier lado dónde el aire sea menos insalubre. Si las entregas a domicilio comienzan a escasear, si cada vez más los costos de aquello que nos comunica con el exterior sigue en aumento, si se pone todo más denso… quizás entonces sea hora de ver la forma de salir y averiguar a dónde ir; y dejar que el humo denso se gane a la ciudad.
Ahora la ciudad está casi vacía. Entrar a ella es a riesgo de la propia salud. Todavía hay mucho que hacer en ella, oficinas que no terminan de trasladarse, trámites que no terminan de hacerse, personas que aun no pudieron mudarse, gente que no tiene a dónde ir. Todos esos problemas que parecían imposibles de resolver para el gobierno local, los solucionó el humo denso. Al no haber habitantes, la gente que venía del conurbano a atenderse a los hospitales, a mendigar, a intentar trabajar se fue retirando de a lugares con aire más potable. El incendio dicen que cesó, pero la densa neblina sigue posada sobre parte de la ciudad y está metida en muchos rincones que aún no fueron ventilados y siguen abandonados; y nadie puede decir a ciencia cierta cuándo, cuándo se ve a despejar el aire.
A algunos sigue sin gustarnos vivir adentro, con los aires prendidos todo el tiempo, y mirar hacia fuera a través de los vidrios de las ventanas y ver un día entre nieblas, un sol que no calienta, una luna de aspecto hepatítico,... una ciudad borrosa. Por suerte no tenemos ahora aquella crisis energética, aunque por ser unos pocos los servicios son mucho más caros que antes de que el humo denso se metiera entre nosotros. No sé si estamos más encerrados que antes. Seguimos comunicándonos por Chat y conversando. Organizamos encuentros, pero no ya en restoranes o bares, sino el la casa de alguno, dónde cenamos y miramos películas por cable. Muchos de nosotros todavía tenemos actividades rentables varias, algunos independientes desde antes del humo denso, otros pueden manejarlas desde sus casas; pero está claro que si estamos todavía en la ciudad, es porque podemos, más allá de que queremos hacerlo. No se cuánto más va durar esto. No se si pueda acostumbrarme a vivir de esta manera por el resto de mí vida. Muchos ya me advierten que afuera está bien el aire, y que si puedo hacer lo que hago desde mi casa, bien puedo hacerlo desde cualquier lado dónde el aire sea menos insalubre. Si las entregas a domicilio comienzan a escasear, si cada vez más los costos de aquello que nos comunica con el exterior sigue en aumento, si se pone todo más denso… quizás entonces sea hora de ver la forma de salir y averiguar a dónde ir; y dejar que el humo denso se gane a la ciudad.
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