Abierta ventana

“Cuando una puerta se cierra,

una ventana de abre”

Él y su caricia tienen algo que no se hace esperar. Fue deseado pero no es eterna promesa. Se ríe como sólo los seres precoces pueden hacerlo. Tiene un mundo por delante, pero por alguna razón decide pararse a pensar; a pesar de tener habilitado el campo para comerse la vida. Asimila con cierta rapidez, con la justa avidez que le permite sentir adrenalina y no golpearse la cabeza repetidamente contra un muro que está para que aprenda. No conoce el muro, no sabe como luce, pero siente que su frente sabe que esa dureza es algo que no debiera estar allí para siempre. Me habla, me dice claro y no tiene vueltas. Me hace reír y es bello, como sólo es bello lo que conjuga inteligencia, entendimiento, juventud, gracia, encanto, voluntad y ganas. Es bello por que mis ojos lo ven así. Tiene la habilidad de aparecer justo a tiempo, y parece que tengo esa habilidad también. Cree en todo lo que no puedo creer, políticamente incorrecto en el sentido estricto, no tiene esa tierna desfachatez de la juventud, sino más bien procura ser demasiado conservador para su edad cronológica, y a mí me da por pervertirle las ideas, las circunstancias, y todo eso que me sea posible. Él se divierte, cómo sólo una mente joven puede, se divierte con las novedades y no cree que vaya a envejecer, ni piensa que lo que se rompe no pueda ser arreglado. Tiene la ventaja de saber que va a vivir por siempre, de no pensar en la muerte. Él lo tiene todo, pero lamentablemente no va a saberlo hasta cuando el tiempo le informe que “ese” tiempo ya ha pasado.
¿Tengo derecho acaso a decirle? Retórica pura. No tengo intención de abrir mi boca. Pude todo este tiempo, puedo ahora, sólo porque lo quiero lo suficiente cómo para respetarlo, y creo en él lo suficiente cómo para confiar en sus decisiones.

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