Partir para mentir
No se puede negar que ésta es la mejor época del año para salir a navegar.
Cuando dije que esa era la razón, mentí en parte, no es la única: estoy volviendo a partir.
No es un retiro, ni voluntario, ni involuntario; no son vacaciones en mi; ni un descanso ni un cambio de ocupación; quizás lo mejor sea que no sé que es, pero voy igual, con la diferencian que el barco es mi casa, y mi casa se mueve conmigo.
La ciudad está demasiado quieta para lo que se mese en mi mente agolpándose en palabras. Necesito hablar mi idioma, y a mi idioma las palabras le sobran.
Respirar el verde meciéndose, admirar sin más los colores cálidos del cielo oeste, rogando por un cielo vainilla que torne todo de una pasmosa iridiscencia, dejar al silencio ser el secreto del sentimiento sin palabra, caer a la deriva, derivar adrede, orzar a favor, remontar corriente arriba, dejarse arrastrar corriente abajo.
Cientos de cosas, impensadas con los pies en tierra firme, son posibles en un barco.
Escribir una bitácora es lo más hacedero, lo más sencillo, lo más cómodo, lo fácil de decir, lo fácil de leer.
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