Para la fogata III
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Todos en la vida de todos, todos metidos y comentando y participando. La familia es una comidilla de comentarios e intenciones donde está en tela de juicio la conducta ajena y no la propia, es una manera de taparse, una frazadita en invierno, un manto de invisibilidad. El deporte nacional es sacar el cuero y es divertido ¡¿Qué duda cabe?! Aunque en la familia hablar mal de la madre de tu primo implica hablar mal de tu tía, toda una cuestión. Son los entreverados lazos los que inquietan y hacen tomar parte de la vida ajena como si se tuviera más derecho, pero la verdad es que no se tiene el derecho de decidir como, que, quien es mejor o peor. Dicen que tarde o temprano la sangre tira y todo se arregla, por lo menos en la superficie, pero los heridos de la batalla quedan y los rencores se acumulan y después vienen las fiestas para que aguantemos a esos que no tenemos ganas de ver, para que veamos a esos que siempre nos cayeron bien y de los cuales sabemos poco y nada más que por cometarios y con los que queremos estar (que generalmente son con los que estamos el resto del año en contacto) a veces no estamos porque ellos también tiene que estar con los que no se aguantan, con los que tuvieron entreveros, con los que no saben nada más que esas noticias que trascendieron en la comidilla del reguero de pólvora de la interna familiar. Las reuniones a las que se asiste por compromiso social no deberían llamarse fiestas. No queda mucho de festivo en ellas. Las Fiestas no son una fiesta.
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