Haciendo equilibrio
Bailarina en la barra - Fernando Botero
Fue algo frustrante. Decidida a gastar lo que fuera para asistir a la fiesta de 15 años de mí sobrina fui dispuesta a poner mis pies en las mejores casas de moda en el Shopping más conocido de Palermo. No me sorprendió que las anoréxicas empleadas, con aires de superioridad y algo de desidia me dijeran que no había talles para mis curvas. Después de la 4ta casa de mediana moda famosa, que pretende ser de alta moda, me fui a una de esas tiendas gigantescas que tienen talles grandes a lo “american”. Con varias perchas busqué un probador para ver que talles agrandados no son exactamente lo que a una “mujer grande” le queda mejor, sino más bien son una agrandamiento de los talles chicos que nada tienen que ver con el cuerpo de la mujer pulposa, como si nadie supiera en realidad que partes del cuerpo femenino adquieren grasa cuando se pesa más de lo que Cormillot y Ravenna aconsejan por tv.
Recordé la Ley de Talles y vi que era una realidad que no se aplica. Si bien hay lugares donde se puede comprar ropa para “talles grandes” la verdad es que nunca se termina comprando lo que se quiere sino que más bien se elige entre lo que entra en el cuerpo de una aquello que es menos feo. Gustos son gustos y la verdad que estoy aburrida de que, a los casi 40, intenten vestirme como mi_madre, me den carpas anchas para taparme o intenten convencerme de que ser un matambre apretadito se ve sexy.
Entrar a una tienda y estar dispuesta a gastar $1000.- por una prenda para que te digan que no hay talle es un trauma abrumador sobre todo cuando una entiende que esa empleada que a penas te atiende gana miserias por estar todo el día parada y que a pesar de tener cero perspectivas de progreso ejerce un poder abrumador sobre una (que puede y quiere gastar a discreción) y que ambas estamos sujetas y condicionadas por los designios de alguien más que decide que ropa usa que cuerpo, cuando, como y dónde.
Mi día estaba arruinado y terminé pagando fortunas por una camisa que me quedaba bien (o sea disimulaba lo afamadamente indeseable). Si bien mi madre insiste es que debería ser feliz por tener la posibilidad de mandarme a hacer ropa a medida y poder pagarla, no me sentí feliz, me sentí acorralada y sin opciones. Sentí que pagaba por ser gordita el precio de una modista cara y que no pagaba el lujo de hacerme diseñar algo exclusivo por capricho (lo que hubiese sigo un gasto obsceno pagado con gusto lujurioso) sino más bien que pagaba el precio de estar fuera de los estándares del cuerpo que exigen las casas que venden ropa para mujeres.
No me siento obscenamente obesa, me siento rellena y curvilínea. No me siento enferma de obesidad, se supone que debería pesar 15 kilos menos con mi metro sesenta de estatura. (Cosa que nunca pasó y la realidad es que con 10 Kg. menos estoy regia)
No quiero pensar lo que debe ser tener 30, 40 o 50 Kg. de sobrepeso.
¿Es justo que estar excedida de peso sea vergonzante?
Nota: a mí me parece que los varones no están sujetos a estos corsètes.
2 comentarios:
Oye qué buena crónica... Realmente tienes razón, las mujeres hoy en día estamos sujetas a ser bellas por dietas, fajas reductoras, extenciones de cabello y pestañas postizas; o por el contrario ser como las vendedoras que describiste. Estos, por desgracia, son los dos extremos que acaparan las calles y la publicidad:o eres curva o eres línea. Nosotras, las curvilineas, no estamos de moda.
Incógnita:
Tienes razón, pero ni siquiera creo que sea cuestión de modas sino de costos, es menos colplejo agrandar talles chicos que diseñar para cuerpos gorditos, ya sabes un pantalón grande te queda bien de cintura y generalmente queda muy ancho de piernas y es largo (como si una aumentara de estatura al engordar, je)
Greacias por pasar.
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