Las paradojas del miedo
...Con el título paradojas del miedo queremos referirnos a intenciones, formulaciones, actitudes, tentativas, operativas, que ofrecen resultados opuestos a su propia lógica o pretensión, generando bucles que no tienen salida o solución en los términos en que están formulados. El esfuerzo por salir del miedo lo acentúa, finalmente.
Así pues, para sentirse tranquilo y seguro tendría que preocuparse. Pero si se preocupa, no estará tranquilo. Si no se preocupa, estará tranquilo, pero no se sentirá seguro. Darse cuenta de que está tranquilo, le llevará a pensar que se ha despreocupado, quizás temerariamente...
[…]
El temor a perder el control sobre el propio pensamiento, conducta o impulsos, es frecuente en los problemas de ansiedad. En cierto modo, este sentimiento, o pre-sentimiento, es consubstancial a la experiencia de ansiedad elevada. Si la ansiedad guarda relación, como hemos señalado, con la percepción del sujeto de verse desbordado, respecto de su capacidad y recursos, por las demandas y exigencias del medio (externo o interno), es natural que dicha experiencia se equipare a pérdida de control sobre uno mismo o sobre el entorno. Es probable que la ansiedad altere la ejecución de repertorios de conducta, incluso algunos que normalmente salen solos sin que medie la conciencia en su producción, ya sea por tratarse de respuestas autónomas, o bien automatizadas tras un proceso de aprendizaje y entrenamiento: la articulación y fluidez del habla, la atención y concentración, la respuesta sexual, la conciliación del sueño, etc. La percepción de dichos fallos crea dudas en la persona que los experimenta sobre su adecuada regulación y produce desconfianza sobre el normal y correcto funcionamiento de sus funciones y facultades.
Ante la inseguridad que genera la propia ansiedad, y la eventualidad de que se produzcan actos o intervenciones fallidas o deficientes, el sentido común nos dicta un socorrido antídoto: aumentar el control.
Alertados por el incremento de errores, algunos pacientes deciden, entonces, someter a control directo y voluntario acciones o secuencias de acción que normalmente venían produciéndose automáticamente, sin esfuerzo consciente de realización. Así, es posible que la persona afectada trate de regular forzar la concentración, de modo que en realidad se está concentrando sobre el propio fenómeno de la concentración, en detrimento de lo que se quiere atender; forzar o vigilar el sueño, actividad que en la práctica impide conciliarlo. Pero si no lo hace, si no lo intenta ¿Cómo podrá regular algo que de suyo está apareciendo de manera alterada y que le perjudica?.
Si por miedos e inseguridades sociales, una persona se comporta de manera inhibida, rígida y poco natural, tal vez se dé la orden de ser espontáneo, imponiéndose las conductas tenidas por tal, pero entonces deja de serlo. Algo tiene que hacer no obstante, si no lo intenta estará “cortado y acartonado”.
De nuevo la persona con ansiedad se enfrenta a un contrasentido desconcertante: Si no aumenta el control no ganará confianza, pero si lo aumenta será menos efectiva. Entonces no ganará seguridad. Tendrá que aumentar el control.
Pelearse para perder rindiéndose para ganar
Las personas con niveles altos de ansiedad, por un motivo o por otro, suelen sentirse frecuentemente tomadas al asalto por pensamientos importunos y amenazantes, síntomas difíciles de sufrir y sentimientos desagradables. Con cierta frecuencia la respuesta de la persona es tratar de combatirlos para que se vayan, pelearse con ellos para que al menos no ganen terreno, tratar de contrarrestarlos. Si no lo hace así teme que se apoderen de ella y la traicionen el momento más inoportuno o inesperado. Pero mientras les combate, les hace el juego, cobran fuerza o se transforman en otros más horrorosos, y vienen más a la cabeza o a las tripas. Podría optar por dejarse atravesar y esperar que pasen; aceptarlos, darlos por normales y convivir con ellos. Pero si no se tienen en cuenta a la hora de tomar decisiones y adquirir compromisos, quizás después no los podamos asumir. Mas si la persona toma sus decisiones en función de ellos les da un poder que no quisiera.
__________
Fuente: J. Carlos Baeza Clínica de la Ansiedad, 2008.
Luca Prodan decía: No se lo que quiero, pero lo quiero ya. Un ansioso puede tener estoicismo para muchas cosas pero definitivamente posee baja tolerancia a la incertidumbre. Hay que para un ansioso lo que quiere se siente como una necesidad imperiosa, como cuando se tiene hambre. Ser ansioso no implica ser caprichoso. La superficie de lo que queda se torna opaca pidiendo a gritos respuestas a la mayor cantidad de situaciones y así poder seguir teniendo la cabeza libre para otras cosas. Las personas ansiosas solemos presionar para obtener respuestas y solemos preferir un no por respuesta que una no respuesta, y al presionar es posible obtener un no antes que un sí… ¿o no? Hoy comentaba que la respuesta por presión puede ser prematura, pero me parece ahora que en realidad no hay respuestas prematuras, sino respuestas en diferentes momentos. Como ansiosa sin redención debo decir que lo anterior no implica que no tenga la paciencia para sentarme en un costado y esperar a que el infierno se enfríe pero igualmente voy a demandarle al Diablo que me de una cantidad aproximada de eternidades e infinitos para poder sentir que tengo algo que jamás me perteneció: el tiempo; para seguir creyendo que manejo una parte de mi vida que es imposible de manejar: las decisiones ajenas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario