Mal-Trato
Tengo una cierta teoría, que puede resultar un tanto controversial: Al tipo que le gusta la mina algo atontada, aniñada, pero sobre todo aparentemente linda, aunque sea poco bella; suele ser un exigente ,sin mérito, sólo por su capacidad de haber puesto en palabras lo que la mayoría de sus congéneres no son capaces. Con esto quiero decir: la carencia de machismo no resulta en un real proceso de aprendizaje volitivo, sino más bien en un mecanismo de adaptación a un entorno desfavorable en parte, o totalmente desfavorable a la hora de conseguir una mina que no sólo se lo coja como quiere sino que lo escuche como deseó siempre ser escuchado –de acuerdo a las fantasías que alimentó desde la mas tierna edad-.
Dentro de mi teoría cabe esta sensación desconcertante de que algunos hombres, que se dicen heteros, se quejan bastante de cómo las minas piensan (o carecen de pensares) y a la vez hacen su personal apología a la eterna oquedad fémina que compra, mira, opina a medias, se comporta compulsiva-mejor si es a la hora del sexo-, se para en pose sacando colita, hace el exacto gesto solapado que esperan que haga y del cual pueden quejarse a gusto, despotricar y criticar y que viene al dedillo a la hora de encajar un contenido en un molde que ya tienen establecido hace rato en la cabeza.
La cosa es que nadie espera descubrir a nadie, y da la impresión de que todos saben “demasiado” cómo se comporta el sexo opuesto. Pero a la hora de hablar de generalidades y prejuicios todos suelen horrorizarse cuando se habla de horóscopos, tipos de personalidades y estados neuróticos. La verdad es que nadie quiere que lo metan en un molde a medida, porque eso significa una limitación, una imposibilidad a la hora de crecer, pero hasta este pensamiento que parece rebosar de libertad es de una falsedad solapada en ciertos términos; porque ni la libertad de ser está en una etiqueta, ni en la compulsiva necesidad de poner en palabras la explicación –casi de catálogo- de quien uno es, ni la inefable voracidad de intentar ser todo lo que el otro espera sitúan en un espacio relevante el hecho de que en el fondo no tenemos la más mínima idea de a quien tenemos en frente a primera vista… ni a segunda… ni a tercera. No, ni siquiera a cuarta vista. No nos conocemos, ni siquiera intentamos conocernos profundamente; eso implica un tiempo –que es oro- y una energía que no parecemos estar dispuestos a perder a no ser que sea “la personalidad descollante del año” como si estuviéramos otorgando Osacars o Grammys a los que vamos conociendo en la vida. Imagino que todo esto tiene que ver con un pensamiento que leí hace un tiempo: “Para que una cosa sea interesante basta con mirarla durante mucho tiempo.” Y creo que eso es totalmente aplicable a las personas. Sólo sucede que, a veces, quién está acostumbrado a admirar nota quién es incapaz de hacerlo; así le otorguen una eternidad para hacerlo.
Yo sigo abogando porque, como seres humanos, aprendamos a distinguir entre objetos y sujetos y por si alguna duda cabe… las personas deben ser sujetos, y los sujetos deben ser tratados como tales, y no como objetos.
Gente = gente
Objeto = objeto
Algo tan simple y sin embargo… en vez de razonar còmo tratar al otro, insistimos en tratarnos y tratar como nos enseñaron a mal-tratar; y maltratamos… pero eso sí, esperamos que cierta gracia –que es cuestión un tanto de fe- nos resuelva el escollo y sea el otro quien nos encuentre(entre los pliegues del escondite que creemos justo y justificado) sólo porque algo –o alguien- nos convenció de que ser “uno” implica que sea el otro el que “debe” hacer el esfuerzo de acercase a conocernos.
Yo me pregunto ¿Sí todos pensamos así, no es una forma de asegurarnos la soledad eterna?
Dentro de mi teoría cabe esta sensación desconcertante de que algunos hombres, que se dicen heteros, se quejan bastante de cómo las minas piensan (o carecen de pensares) y a la vez hacen su personal apología a la eterna oquedad fémina que compra, mira, opina a medias, se comporta compulsiva-mejor si es a la hora del sexo-, se para en pose sacando colita, hace el exacto gesto solapado que esperan que haga y del cual pueden quejarse a gusto, despotricar y criticar y que viene al dedillo a la hora de encajar un contenido en un molde que ya tienen establecido hace rato en la cabeza.
La cosa es que nadie espera descubrir a nadie, y da la impresión de que todos saben “demasiado” cómo se comporta el sexo opuesto. Pero a la hora de hablar de generalidades y prejuicios todos suelen horrorizarse cuando se habla de horóscopos, tipos de personalidades y estados neuróticos. La verdad es que nadie quiere que lo metan en un molde a medida, porque eso significa una limitación, una imposibilidad a la hora de crecer, pero hasta este pensamiento que parece rebosar de libertad es de una falsedad solapada en ciertos términos; porque ni la libertad de ser está en una etiqueta, ni en la compulsiva necesidad de poner en palabras la explicación –casi de catálogo- de quien uno es, ni la inefable voracidad de intentar ser todo lo que el otro espera sitúan en un espacio relevante el hecho de que en el fondo no tenemos la más mínima idea de a quien tenemos en frente a primera vista… ni a segunda… ni a tercera. No, ni siquiera a cuarta vista. No nos conocemos, ni siquiera intentamos conocernos profundamente; eso implica un tiempo –que es oro- y una energía que no parecemos estar dispuestos a perder a no ser que sea “la personalidad descollante del año” como si estuviéramos otorgando Osacars o Grammys a los que vamos conociendo en la vida. Imagino que todo esto tiene que ver con un pensamiento que leí hace un tiempo: “Para que una cosa sea interesante basta con mirarla durante mucho tiempo.” Y creo que eso es totalmente aplicable a las personas. Sólo sucede que, a veces, quién está acostumbrado a admirar nota quién es incapaz de hacerlo; así le otorguen una eternidad para hacerlo.
Yo sigo abogando porque, como seres humanos, aprendamos a distinguir entre objetos y sujetos y por si alguna duda cabe… las personas deben ser sujetos, y los sujetos deben ser tratados como tales, y no como objetos.
Gente = gente
Objeto = objeto
Algo tan simple y sin embargo… en vez de razonar còmo tratar al otro, insistimos en tratarnos y tratar como nos enseñaron a mal-tratar; y maltratamos… pero eso sí, esperamos que cierta gracia –que es cuestión un tanto de fe- nos resuelva el escollo y sea el otro quien nos encuentre(entre los pliegues del escondite que creemos justo y justificado) sólo porque algo –o alguien- nos convenció de que ser “uno” implica que sea el otro el que “debe” hacer el esfuerzo de acercase a conocernos.
Yo me pregunto ¿Sí todos pensamos así, no es una forma de asegurarnos la soledad eterna?
...
..
.
2 comentarios:
absolutamente de acuerdo...
Erb:
Gracias...
Publicar un comentario