Mar De Fondo: Svadharma

martes

Svadharma




Desde el día que naciste, estaba claro que ibas a ser bello el resto de tus días. No importaba nada sobre tu alma, tu belleza te precedió, y con los años aprendiste a desear ser joven cuanto era posible; y si no lo era, entonces aparentarlo; y si no, desear no envejecer. Eso ya fue una demostración de tu sometimiento a la belleza que te devolvían, que te devolvíamos. Siempre hubo un atisbo de tristeza en tus ojos, como si nunca dejaras de estar triste, con esos ojos verdecielo, esa claridad en la mirada, cuasi inocencia frágil. Recalaste en los mismos errores hasta que una pared se te cayó en medio de la nuca y te nació un hijo. Te cambió la vida en parte, y tu mirada nunca dejó de tener esa tristeza verdosa, de charco, de musguito aferrándose a lo que le era posible. Nunca dejé de pensar que podías más que ese entorno gris, chato, atrasado en tiempo y espacio que se te subió siempre a la yugular. Sí, yo ya sé que los querés, nadie lo niega. Intentaste de alguna manera sacarte, sacudirte los lastres que te habían impuesto, hasta tal vez, esos que yo te endilgué sin notarlo siquiera. Creciste para cualquier lado, sin tutor ni encargado, y ayudaste a tu brote a tener esa guía amorosa que no se te dio. Ese brotecito que te mira desde abajo como si estuviera de frente, y te aferras a él apretando fuerte como si se te fuera a escapar, como el resto de las cosas que se te escurrieron un día. Y no querés creer ya que hay algo más, o alguien más, porque conviniste contrato con vos mismo y firmaste. Nada puede, ni debería ser más importante que tu brotecito que tiene ese gesto que mamá dice que hacías cuando tenías su edad. Entonces salís a la calle a decirnos a todos que tu ser está completo, y nosotros te queremos, y te escuchamos y nos permitimos dudar. Entonces ella (cualquiera) aparece en escena, y estás otra vez en las alas de ese amor que soñaste, y todos somos felices, y nos permitamos dudar…
Y recordamos que desde el día que naciste, todos decían lo hermoso que eras desde la punta de tu nariz, hasta el fondo de tus ojos, pasando por la trompa rosada que formaban tus labios, y nos preguntamos los por qué, que fue lo que hizo que no encontraras el camino que estaba tan claro delante tuyo desde el día que naciste.

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