Dulce melancolía
Las palabras buscan, en los intersticios, a la nada de la noche que cae; el olvido despeña. Ningún recuerdo fenece lo suficiente ni remonta vuelo. Un cadáver semi exquisito de espacio y de tiempo –devenido más de la voluntad que del deseo- discurre; medita; sopesa; soslaya la sombra infinita, que recorre la luz hasta el meandro del día sin recorrer. Las puertas se abren a antesalas vacías, llenas de contenido metafórico y las danzas, de dúos de palabras, mueven pies de plomo, sin dejar huella visible, sólo esencia de polvo de pisadas; como las motas flotan al rayo solar; como indicios de presencias pretéritas. Un dulzor de sonrisa tristona se asoma al sonido del jazz de la tarde, la sonrisa (que se sabe mohín) no distingue si pertenece, si incumbe al sentimiento en sí; o si es el fruto de recuperar lo sentido y dado por perdido hace ya tanto… parece tanto… Entonces ¿ya eres parte de mi, o qué? Le preguntan los ojos al vacío, con el mentón relajado en los dorsos de las manos entrelazadas. El agua se hirvió como para quemar las hebras, pero el té de rosas huele a paraíso perdido, a consuelo de perfume, al silencio que imagina la voz que no se hace eco, y causa esta morriña del territorio inexplorado y este reconcomio que busca ser recíproco.
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4 comentarios:
No sé como habrá sido sentirlo. Leerlo fue lindo; muy bueno. Saludos Mar!
Gracias Mare. Por el momento puedo decir que escribirlo fue muy placentero. Casi lo contrario a “la regata de la desesperación”
;)
Entre por primera vez y me inspiro mucha ternura el post
Gracias Eugenia, me gustó lo de la ternura, no lo tenía previsto.
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