La Casa de Las Margheritta
El lugar que pertenecía a la familia materna, fue el hogar de su abuela y bisabuela, todos “Tanos Originales” como les decía él, y parte de los fundadores del Club Italiano, incendiado hogar de la clase alta de Caballito. Lugar al que Chucho iba de chico a juntarse con los pibes y salir un poco de la compañía de sus abuelas “Las Margheritta”, que le parecía siempre que olían raro. Después, cuando Carmen, su mamá, le cedió la casa para que sea “artista” y siga su camino; en lo posible lejos de la familia establecida en San Isidro; ese olor familiar le hizo entender que o bien su abuela y bisabuela, había estado tanto tiempo ahí, que la casa se les había metido en la química del cuerpo, o bien la esencia de Margaritas estaba fundida con las paredes.
A Ferni eso del “olor a Margaritas” le resultaba inodoro. La casa era vieja, a veces crujía un poco. Tenía 2 pisos, más la buhardilla repleta de las cosas que quedaron de “las viejas”, que Chucho se negaba a tirar o a revisar. Lo bueno era que había muchas habitaciones, y les daba privacidad a los dos, lo malo era que todo era original y tanto la cocina como el baño daban una especie de pena de suciedad, esa sensación que por más que uno acomode y limpie constantemente, todo luce gastado y algo triste; y como a Chucho la limpieza le quitaba demasiado tiempo para hacer lo suyo, Ferni andaba por los rincones colgado, tratando de sacar telarañas, a ver si se le pasaba esa sensación que le detenía la escritura, y lo dejaba angustiosamente colgado en el caos que tenia alrededor.
Si Chucho le había ocultado su condición cardiaca o no, ya no tenía sentido. Ferni se paseo por el piso polvoriento de la bohardilla mirando de reojo la pila de objetos, tratando de tragarse la angustia que le subía hasta la garganta como una piedra. ¿Sería traicionar una memoria revisar algo prohibido en ausencia de su dueño? Después de todo ¿Quién le reclamaría algo? Después de todo ¿Qué importaba ahora lo que pasara con todo eso?
Después de hacer los llamados por teléfono desde el pasillo. Se sentó en la cocina. Ya era de día y por la ventana la luz se posaba en los objetos, que sobre la mesa, habían pasado la noche. Una composición armónica y bien iluminada. A Chucho le hubiese encantado, pensó. La reputamadre dijo, y no pudo más que ponerse a llorar.
Demasiada calma, pensó Ferni. Todavía tenía la sensación de que la respiración de Chucho venía de cuarto de arriba. Debería escribir para exorcizar ¿Cómo antes? Por lo menos su efecto terapéutico era comprobadamente efectivo. Pero no. Ni las ganas le quedaban ahora. Ferni pensó en fantasmas, en aquella casa llena de memoria. Las Margherittas eran parte de las paredes, ese aroma del cual Chucho había hablado siempre…por que no pensar que él mismo había pasado a ser parte de esas paredes temidas, aborrecidas y amadas.
Repetir historias no ser le hacia simpático, no se vio a si mismo transitando aquellos espacios ensimismado en recuerdos, por lo menos no para siempre.
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