Neblina
“Una tenue cortina permanente,
cubre una frente de ojos luminosos.”
cubre una frente de ojos luminosos.”
No puedo medir el taconeo, el eco feroz sobre la humedecida vereda en tinieblas. Av. Cramer derecho. ¿Y si a la vuelta de la esquina…? Me paro en seco. Echeverría. La bocacalle, el amarillo antiniebla a penas se distingue. No tengo necesidad de ir, necesito dirección. Esquina, doblar. Allá, esa irradiación de los halos de la avenida, me atraen como polilla a la luz. Si solo esta humedad no me calara los huesos; me castañean los dientes y no hace tanto frío. Huelo la capa de rocío como un peso sobre el cuerpo, estoy agitada de cuadras de acelerar el paso tratando de cabalgar estos pensamientos… y esa ansiedad de encontrar.
Me merezco un café, un poco de calor de estómago a ver si se me calientan las ideas. Escribirlas. Antes de cruzar la Avenida tiene que haber un lugar donde parar.
Me merezco un café, un poco de calor de estómago a ver si se me calientan las ideas. Escribirlas. Antes de cruzar la Avenida tiene que haber un lugar donde parar.
***
Cuarenta minutos de viaje hasta Juramento, ya queda poco para llegar a casa. Hora pico. Increíble esta niebla, asciendo hacia ella en la escalera mecánica, y la humedad desciende sobre mi. Pegajosa realidad exterior. Visibilidad: medio metro. La hora de la vuelta. Subte “D” repleto. La calle de gente que retorna a algún sitio, pero entre esta densa neblina, parecen aceleradas figuras fantasmales sin rumbo.
Me gustaría no tener rumbo hoy, no tener donde encontrar, solo andar buscando por ahí. Mejor me desacelero un poco. Unas cuadras al azar antes de volver a casa, al hogar… ¿Hogar y casa son lo mismo? Creo que no.
Echeverría. Cruzo. Doblo. Estoy yendo para el lado contrario. No pasa nada si me tomo un cafecito antes de volver, lo que sea puede esperar un rato más hoy.
Cruzo la avenida. Nunca voy para ese lado, no se porque, no es por falta de curiosidad, es más bien que nunca necesito ir para ese lado del barrio.
¡Que niebla! no se ve casi nada. Vidrieras a oscuras. Un Ovalo con un sol. ¿Será un Bar? Si es. “La paceña”, fuera de lo común, nunca lo había visto. Es pequeño. ¿Está abierto…? ¿Cómo entro? Un timbre. Y esos pótus contra el vidrio ocultan el interior un poco. Interesante. Me gusta. Veamos que hay detrás
***
Contra la pared de ladrillos a la vista, hay lugar. Ella deja atrás y a la izquierda el mostrador, que parece contener una selección interesante para paladares dulces. Esa mesita, está bien, y por suerte esta dentro del área fumadores.
-Si…un buen café como a mi me gusta, un cigarrillo sin culpas y tal vez algo más, para rematar un día poco perfecto
Ella pide. Escribe. Fuma.
Él, se sienta de espaldas a la pared, mirando hacia la puerta, ese hábito sin sentido, lo hace sentir más cómodo; como si ver quien entra y quien sale, pudiese suministrarle algún tipo de alerta sobre su seguridad.
Una muchacha con un delantal blanco hasta los pies y sonrisa cansada, le pregunta si ya sabe que tomar.
Él asiente y pide Café doble apenas cortado, y la porción de tarta de manzanas que vio al pasar por el mostrador. Le sonríe con todos los dientes, más que por ser amable, por la felicidad que siente al venir a regalarse unos minutos para si mismo.
Mira alejarse a la moza y pasea un poco la vista hasta la puerta. –Pero, ¿que hacer más que mirar? Mejor seria leer algo, tal vez esos papeles para mañana… ¡No! -niega con la cabeza- nada de trabajo; mejor una revista cualquiera-. Cerca del mostrador ve el revistero y se levanta para curiosear, la mayoría ya las vio; un articulo de la Tapa del National Geographic, sobre la química del amor, le llama la atención, la toma y gira hacia su mesa buscando el artículo entre las páginas de fotos de paisajes espectaculares, y animales exóticos capturados por los que son considerados los mejores fotógrafos.
Ya cerca de su mesa, nota a alguien sentado en la mesa de al lado; una mujer de cabello oscuro, le da la espalda a la pared; su frente apunta hacia la puerta y sus ojos a la pequeña libreta sobre la que escribe con apuro furioso garabatos en letra minúscula; un cenicero con varios cigarrillos apagados, y uno consumiéndose en abandono a punto de caerse sobre la madera oscura, un café grande, y una porción de tarta
–tenemos los mismos gustos piensa él levantando las cejas. -Que distraído estoy, ¿no la vi entrar?; seguramente ya estaba cuando me senté, pero casi imperceptible, tan ensimismada-.
Él, se acomoda en la silla. Con el artículo encontrado, apoya la revista y toma la taza sin mirarla. La Detiene frente a su cara con asombro y duda, la espuma rebalsando le saca un rictus en el rostro y su ceño se frunce; la apoya y nota la mermelada roja escurriéndose sobre la torta, hacia el plato de loza blanca. Algo confuso, trata de entender con la mirada en el entorno, y ve a su vecina que mirando insistentemente al mostrador, y levantando el brazo, intenta llamar la atención de la muchacha, que en una mesa cerca del vidrio abandona dos copas de vino tinto frente a una pareja que se sonríe, gira y se dirige a la cocina. Ella, algo desilusionada, ve a la muchacha desaparecer. Así, se cruza con la confusa mirada de él, y entonces; las dos miradas van de las caras, a la mesa del otro, a la mesa propia, y a las caras otra vez.
Entienden. Se sonríen.
-Vos pediste esto ¿no?- le dice él con una mueca.
Divertida ella le contesta –Si, doble macchiato y Cheese Cake-
-¿Tenés un doble cortado y tarta de manzanas?- Pregunta el con obviedad
-Si, claro- ella afirma exageradamente con la cabeza.
-Permitime…- El levanta los platos de su mesa, se estira hacia la de ella y los apoya, ella intenta repetir el gesto y el toma los platos de su mano. Sin intención le roza los dedos, y le sonríe casi en disculpas
-Un problema menos para la moza- sonríe ella
-Vamos a ver como vienen las cuentas- acotó él
-Si -ella rió- estamos advertidos-
El vuelve al artículo sobre el amor; percibe, que a no ser por una diferencia de centímetros están sentados a la misma mesa; así que extiende su mano y se presenta:
-Andy-
Ella toma su mano
–Ema, mucho gusto-
Eso pareció suficiente.
Me gustan sus manos ¿Qué escribirá? ¿Vivirá cerca? ¿Qué le pregunto? Estoy pensando tonterías, y ella espera que le hable. ¿Leíste este artículo? No, eso no. No quiero que esto se me pase de largo, quiero saber quien es, quiero saber más. Buscar sin más.
Y yo que estaba desaforada, escribiendo sobre cruzarme con alguien a la vuelta de la esquina, alguien que sea interesante. Las casualidades no existen. Respirá Ema. Me sigue sosteniendo la mirada, quiere preguntarme algo seguramente. Te cedo la palabra.
Ema lo mira con amabilidad
-¿Puedo preguntar que escribís?- Le dice Andy a Ema.
-Si podes preguntar, lo que no se es si puedo responderte- Le dice Ema a Andy sonriendo con simpleza.
Elevan las comisuras complacidos, después de todo no había sido tan mal día.
Y afuera da la impresión que la neblina cede.
Fin
1 comentario:
¡Lejos de ser un día no perfecto,,,, estuvo buenísimo!
Me gusta eso de que Ema decidió conocer un poco el otro lado del barrio. Hay veces que decidimos sin saber por qué, cruzar del lado que no solemos caminar, comprar algo de comer que en general no nos llama la atención o meternos a ver una película que no está dentro de nuestros gustos... y es ahí cuando pasan en general, las cosas más interesantes.
¿Habrá un alerta interno?
Me encantó esta historia. Muchas gracias,
Raquel:)
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