Despertares V
Abrir un ojo. Por no abrir los dos.
El invierno se impone a pesar de todo. La verdad del frío enroscándose en las paredes del cuarto.
El espejo me muestra la real figura desnuda, despojada; y la piel vuelta hacia fuera se cubre de tinta obscura.
El prematuro papiro que inexorablemente avanza, extendiéndose fuera de lo onírico.
Los juegos de roles de desarrollan sobre una mesa sin tapete; árida de rugosidades y nudos sin lustrar; y las aristas limadas solo juegan a ser entendimiento; y la historia se persigue a si misma tras los surcos de improntas sobre la piel lacerada desde siempre, desde antes de saber el primer significado.
Impertenecer ¿es una palabra?
Y después obviarse, ahorrarse las crudas expresiones de amor dicho; aunque la real temerosa incomprensión, es el honor que teme a la ferocidad de verdades, de la emotividad débil, debilitada. Cruenta responsabilidad de hacerse cargo de ahogar la voz propia, en pos de lo que sea necesariamente anestesia, y aún así, la piel precozmente encarneciéndose con los días; como un hada signada a desaparecer por la falta de fe en su existencia; como están signados los seres fantásticos frente a lo racional: a la peor de las muertes sobre esta tierra, a desvanecerse en el olvido sobre la piel y la mente de los hombres (y mujeres).
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