ENERO.2010.
No quiero recordar, pero esto me recuerda a otros eneros donde siempre esperábamos una debacle a nivel financiero.
Ya no es tiempo de discursos exaltados; afuera, en los jardines y patios, enero discurre bullicioso y noctámbulo; adentro me aburro de las mismas figuras con distinto rostro que defienden de forma similar y con retóricas vacías intereses corporativos que ya escuchamos demasiado y nos hacen cambiar de canal. Quizás que no esté Tinelli sea una ventaja, de esas que hacen que no quede alternativa más que la realidad reflejada pobremente por lo medios, por periodistas que ya no son tales y se parecen más a panelistas de un talk show que a comunicadores sociales.
Esos tonos de voz elevados que antaño marcaban pasión, hoy son molestos porque generan un grado de violencia intolerable, unas ganas de salir a pegar o salir a matar o simplemente ponerse a discutir acaloradamente como si eso significara razonar. En el otro extremo yacen los tonos monocordes, tranquilos, grises y vacíos que causan somnolencia y dan a entender lo que esconde el discurso, es como ver a alguien hablar y entender que quiere decir exactamente lo contrario… en definitiva después de una jornada de padecer los avatares republicanos de un país que se parece más a una monarquía que a una democracia es imposible no terminar con parte de las neuronas quemadas, extasiadas, agotadas y con ganas de no saber absolutamente nada… y después nos preguntamos, algunos, porque es que la gente no tiene el más mínimo interés en la vida política del país.
Aquellos jóvenes impetuosos que hace años asumieron cargo con ganas hoy rebasan de vicios redhibitorios mostrándonos las hilachas que creímos no tenían, quizás debamos entender que hay ámbitos que comen cabezas y amansan a cualquier espíritu; y para nuestro futuro quizás debamos pretender que los actores de nuestra vida política tengan ciertas cualidades que excedan al carisma, al dinero y a la popularidad, para centrarnos en personalidades que sean capaces de no tener precio, tener vocación política y vocación de servicio. Política sigue siendo mala palabra en Argentina y ya viene siendo hora de que entendamos que las malas palabras no existen.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario