Mar De Fondo: La casita robada

martes

La casita robada

“Crecen los muros de su cárcel,
como en un sueño atroz…”
El Amenazado, J. L. Borges.


Busca. Después de todo este tiempo es despertar mirando alrededor y preguntar ¿Quién es? ¿Quién eres? Simple como el rayo mañanero sobre la mesa de madera. Un rincón sale a buscar la respuesta que no se esconde. La ceguera está tan cerca como lejos si se elije que mirar y que ver. Saber siempre amplía el círculo de ignorancia y algo duele al saber que ese hueco está habitado, por deseo propio, por un placebo agradable y dulce; agrio y combatiente; sonriente y excitante. Los días son exactamente lo mismo y nunca serán iguales. Un rumor, que parece de olas lejanas, trae a la orilla los objetos que fueron participes del juego: Esto fue tocado, jugó con esto mientras me hablaba, estaba mirando esto con detenimiento ¿Debería haberle preguntado el por qué? Se puede vivir sin respuestas a cosas tan insignificantes y el rayo se filtra de nuevo con ese olor que tenía, pero es sólo el recuerdo de aquel brillo intenso y nunca será lo que fue. La casita tiene una habitación azul; una amarilla; una ocre; una violácea; una gris; una rosada; una, en los extremos, que asemeja un damero; una neutra que no es blanca... quince puertas a ser robadas. Jugar en ella es dejarse decidir en que espacio tomar el té, beber vino, comer, vestirse, leer, dormir, soñar… Siempre afuera hará frío, siempre afuera será invierno lluvioso o humedad calurosa; solo el sol sabrá de posibles horas y dirá si es apropiado o no susurrar ciertos temas. Ya la duda cabe entre los pliegues alisados, ya la certeza espera a ganar las escurridillas. No hay fantasmas de pasillo porque no hay pasadizos que otorguen ventajas a tiempo. Los otros juegan a ser nosotros para poder existir y nosotros queremos ser otros o que el otro sea alguien más. Hay una huella cerca del umbral que nadie puede borrar.

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