Habitada
La historia está ahí, está a la vista y se forma sola. Unos años atrás hubiese escupido las palabras en papel pero ahora es necesario cocinarla sin escribir demasiado. Los detalles forman parte y no creo que se desvanezcan de la memoria aunque ahora pienso más en las generales de la ley, en su conformación general, en su coherencia. Dicen que un cuento debería tener un final antes de escribir la primera línea, sino se está descaminado y que eso no pasa con una nouvelle o novela. Este aparente largo texto quiere nacer pensado casi de cabo a rabo, aunque si lo pienso cada capítulo pretende ser una historia cerrada, así que en realidad me engaño al pensar que es una novela cuando en realidad son pequeños cuentos englobados en una historia, unos relatos que buscan locaciones, personajes, aromas, actitudes, colores: Un hombre bañándose mientras piensa en quién está fuera de su baño, una fachada vieja en una calle angosta, un antiguo comedor polvoriento visitado por el protagonista, el aroma de las últimas gotas de champagne en la copa, la vereda nocturna de un bar de Palermo Soho, la siesta del gato al sol de la tarde, la fugaz mirada que dice demasiado, la salivación pensando en el sabor de los besos de la boca que habla…
La vida a veces me distrae pero el sueño no y mucho menos el despertar que ya no me habita con suavidades lánguidas. Un personaje, que es testigo, va tomando forma con los detalles de la historia. Antes saltaba a la vista y la historia se tejía con él, ahora todo vá surgiendo del fondo, tomando forma de figuras complejas y tiene una gracia encantadora, es como ver el total de un cuadro complejo cubierto por tules, con cada paño voy disfrutando y a la vez siento la limitación de mis manos que se niegan a empezar a dar forma.
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