Destino: Mendoza
Una especie de vorágine. Quizás yo no sirva para estos menesteres. Mi amiga se ríe de mí, recostada en el sillón, mientras yo me vuelvo lo que no soy intentando llenar todos los espacios en blanco de este viaje. Primero iba, después no y ahora sí. Voy. Con los pasajes aéreos en la mano la distancia ya parece menor. Ella se mete en la librería y yo recuerdo que necesito un buen blog para bosquejos a lápiz, con ella puedo sentarme a dibujar porque ella seguramente va a hacerlo en cuanto pueda, lo que pretendo no está y el resto es tan caro que me daría pena mancharlo con lápiz. Mi amiga pega saltitos y grititos en la calle que me derrite del calor hasta que cae y se pone ella un poco neura, yo mantengo la calma pero quiero tener fresco en la boca, me da sed. Los datos de la reserva no llegaron y decido salir a almorzar en vez de quedarme mirando fijamente la pantalla y es tan tarde que los restaurantes cercanos ya terminaron de servir almuerzos. Caminamos hasta la avenida. Mi pollo a la mostaza está más que excelente y me tomo una copa de blanco helado que me relaja y acompaña la conversación sobre cualquier cosa que no sea al viaje. Avenida Cabildo arde pero igual prefiero, ya que estamos, hacer unas cuadras y ver si ahora si consigo ese anillo de acero. Fumo en la calle sin haber tomado el café que ameritaba. Nada, calor y gente. Resignada a cruzar la avenida para ya retornar al aire acondicionado de casa recuerdo un negocio y tengo una corazonada. Estaban frente a mi, dos anillos, dos medidas, dos opciones y tomé las dos. Al esperar que el semáforo cortara sentí las gotas de sudor en la frente y la nuca, descender con cosquilleos… y entonces su hijo del medio la llamó para decirle que su nieto era varón y contarle como se veía en la eco. Ella se notaba agotada de la emoción cuando nos desvestimos un poco en el living, más que nada de calzados. Con las patas frescas y un vaso de agua saborizada me puse de nuevo a llenar los detalles: pago la reserva, subsano mi error con la fecha de los pasajes, los asientos y los horarios, me saco algunas de mis dudas con él, que está en mi destino de arribo, reviso cuentas, intento aclarar las excursiones. Las dos calzas nuevas son olvidadas sobre la cama deshecha y no saldrán de su envoltorio para ir directo a la valija más chica, que todavía se esconde en el corazón del placard. Se supone que tengo que llevar abrigo ¿Cuál? Qué será mucho y qué será poco…después me fijo. Hay tanto que no puedo decir, ni se si quiero. Ella me habla sin parar –como anoche que hablamos hasta casi las 5- y yo necesito concentrarme para escribir. Estoy llena de palabras. Al fin me siento a refrescarme y a escribir. Las cinco monedas y los dos anillos están en la mesa. No quiero caer en cuentas que no sean monetarias y no quiero decir lo que no puedo. Entre las cosas, entre líneas, en medio de todas… las razones de mi viaje no me quedan claras del todo y sin embargo están a la vista.
.
.
.
.
.
.
.
P.D.: el can de la foto viene a cuento ya que soy perro para los chinos... (cosa fiel y ansiosa)
Y vos sos un chanchito, cerdito, puerquito (no chivito).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario