Comunicar
Comunicar lo que se quiere decir debería resultar una tarea fácil, por lo menos para algunos. Uno tiende a pensar que la gente que tiene mejor educación tiene mejores herramientas para comunicarse mejor, pero así como una mentira necesita de una mente que la piense, lo que se quiere decir tiene que ver con la intención que se alberga en los pensamientos antes de decir. Si decir las cosas como se quieren decir, de la forma que se quiere decir y con las palabras que se quiere expresar termina por crear confusiones está claro que los problemas pueden tener dos causas, o bien que el otro no maneje el mismo código o bien que lo expresado sea ambiguo y confuso en parte o totalmente.
De todas formas sigue siendo la intencionalidad lo que sienta las bases del discurso y así como en el discurso oral podemos iterar conceptos, volver atrás y retomar, en el discurso escrito hay un grado mayor de elaboración que implica un paso previo en su construcción. La ventaja es que se usa más tiempo, un tiempo mínimo de pensamiento que corre tras el pensamiento y que permite ordenar las ideas en oraciones más adecuadas que en la oralidad, y esto es porque el registro de lo antedicho está a la vista.
Solemos no prestar mucha atención a todas las palabras que decimos y llenamos los espacios en blanco, que usamos en lo escrito para acomodar ideas, con muletillas, sonidos, gestos...
Quienes no encuentran las palabras para decir lo que sienten no hallaron la forma de decirse a si mismos lo que sienten primero. Si alguna ventaja tiene la terapia es está, la de poder expresar de forma oral pensamientos que quedan reservados solo para los pensamientos, escucharse a si mismo decir ciertas cosas a veces puede resultar más impactante que escucharlo de alguien más y aprender a escuchar y a registrar lo que decimos y escribimos y la forma en que lo hacemos, los modos y las elecciones de palabras son una forma de aprender a conocerse mejor. Esa es una de las ventajas de los escritores, una ventaja que a veces se torna en fastidio si se toma en cuenta que queda un registro de las ideas, y a la vez puede transformarse interesante ver el propio desarrollo de ellas a través de la vida. En lo que escribimos puede haber mucho o poco de nuestra vida personal, pero siempre hay mucho de nosotros; en lo que escribimos está lo que queremos decir y todo aquello que queda debajo y se entiende por omisión. Al fin y al cabo una manera de nombrar algo es nombrando todo menos “eso” como dicen que Piglia hizo en “La respiración artificial”; una forma de mostrar algo es poner en relevancia todo lo que está en sus orillas, y en la escritura se pueden ver las obsesiones o el esfuerzo por evitar nombrarlas.
De todas formas sigue siendo la intencionalidad lo que sienta las bases del discurso y así como en el discurso oral podemos iterar conceptos, volver atrás y retomar, en el discurso escrito hay un grado mayor de elaboración que implica un paso previo en su construcción. La ventaja es que se usa más tiempo, un tiempo mínimo de pensamiento que corre tras el pensamiento y que permite ordenar las ideas en oraciones más adecuadas que en la oralidad, y esto es porque el registro de lo antedicho está a la vista.
Solemos no prestar mucha atención a todas las palabras que decimos y llenamos los espacios en blanco, que usamos en lo escrito para acomodar ideas, con muletillas, sonidos, gestos...
Quienes no encuentran las palabras para decir lo que sienten no hallaron la forma de decirse a si mismos lo que sienten primero. Si alguna ventaja tiene la terapia es está, la de poder expresar de forma oral pensamientos que quedan reservados solo para los pensamientos, escucharse a si mismo decir ciertas cosas a veces puede resultar más impactante que escucharlo de alguien más y aprender a escuchar y a registrar lo que decimos y escribimos y la forma en que lo hacemos, los modos y las elecciones de palabras son una forma de aprender a conocerse mejor. Esa es una de las ventajas de los escritores, una ventaja que a veces se torna en fastidio si se toma en cuenta que queda un registro de las ideas, y a la vez puede transformarse interesante ver el propio desarrollo de ellas a través de la vida. En lo que escribimos puede haber mucho o poco de nuestra vida personal, pero siempre hay mucho de nosotros; en lo que escribimos está lo que queremos decir y todo aquello que queda debajo y se entiende por omisión. Al fin y al cabo una manera de nombrar algo es nombrando todo menos “eso” como dicen que Piglia hizo en “La respiración artificial”; una forma de mostrar algo es poner en relevancia todo lo que está en sus orillas, y en la escritura se pueden ver las obsesiones o el esfuerzo por evitar nombrarlas.
3 comentarios:
UN TEXTO BRILLANTE QUERIDA AMIGA!, NO VOY A AGREGAR NADA, SOLO LO VOY A IMPRIMIR Y LO VOY A GUARDAR, QUIERO RELLERLO VARIAS VECES
SLDS
Mr. Max:
Ud. hace que me ponga colorada
!No sea!
Da para desarrollar un ensayito con eso?
¿Para cuando la nueva novelesca?
Beso,
Mar
Un ensayito... cualquier pequeña cosa que se explore a fondo da para cientos de páginas, sobre todo el hecho de decir lo que se quiere decir... ¿Nueva novela? escribí bastante ya pero el verano no da para eso, solo tengo gnas de pelopincho y ocio, es decir, incorporar data jaja!! slds
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