“No me digás... Ya sé..."
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Existe. Inmenso pedregullo tibio. No tan abajo como pesado y límpido. Ni tan áspero ni tan ríspido. De superficies suaves, redondeadas y duras; guijarros modelados por agua de río qua ya no hidrata. Grises, grisáceas, porosas, extendidas a lo largo y a lo ancho contra la planta que las acaricia sin remedio, rogando que la cien no se aplaste de plano, ni las rodillas tampoco. Bajo el fondo el aire es el mismo que viste y canta el resto del tiempo, y el tiempo no parece existir. Anestesia de los días posteriores a creerse despierto, porteña pintura reconstruyéndose, bases de rojizos latidos que añoran, viscoso carmesí sobre las piedras del fondo absorbente e inerte, silencio de calma chicha que antecede al pampero. Este purgatorio es el lugar del medio, sin antesalas ni traspasos o boletos. Ovoideas superficies inquebrantables a mí peso que enfrían los pesares, los disgustos, las ansiedades. No necesita, el ritmo, disminuir en meditaciones para empezar a percibir distinto… no requiere… no demanda… no solicita.
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